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Ovación para Pablo González en el Auditorio

El director asturiano convenció al numeroso público que asistió ayer al concierto de la OFIL y la OSPA para escuchar "La sexta" de Mahler

Ovación para Pablo González en el AuditorioMIKI LÓPEZ

El concierto extraordinario que ofrecieron ayer de forma conjunta la Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL) y la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) terminó con una ovación, que hace mucho que no se escuchaba en el Auditorio.

La convocatoria tuvo muy buena acogida y la sala estaba casi llena, todo a pesar del poco margen que se dio para adquirir las entradas.

En el terreno artístico, el resultado de poner sobre un mismo escenario al director asturiano Pablo González y las dos orquestas de la región fue sobresaliente. El público así lo manifestó al término de la actuación. La potente sonoridad y la buena integración de los músicos de las dos agrupaciones fueron lo más destacado del concierto.

La Sinfonía n.º 6 de Mahler en la menor "Trágica" es una obra muy compleja que no está al alcance de muchos directores. Sin embargo, González demostró un control total sobre la partitura.

La elección del tempo fue acertada, así como los balances y las dinámicas, que estaban cuidados a pesar de la dificultad que entraña coordinar una agrupación musical de tal magnitud. González supo aportarle flexibilidad en el tempo. Esto se hizo más evidente en el tercer movimiento de esta sinfonía, el Scherzo, de carácter divertido pero sin perder nunca el dramatismo que domina la composición. González, enérgico y entregado, fue muy explícito a la hora de indicar a los profesores el carácter dramático y grandioso de la obra.

"La sexta" de Mahler es conocida por su dramatismo, algo que se hace evidente desde el primer acorde de la partitura. La calidad musical de la interpretación que llevaron a cabo la OFIL y la OSPA destacó por la intensidad sonora de los clímax que Mahler puso en su obra. Esto no es de extrañar debido al ingente número de músicos sobre el escenario. No obstante hubo también momento de recogimiento, con un sonido mucho más íntimo.

La sección de cuerda, muy extensa en número, fue homogénea, y mostró un sonido empastado. La percusión también contribuyó activamente al éxito de la jornada de ayer.

Como anécdota, el director asturiano pidió silencio entre los movimientos primero y segundo de la sinfonía por el ruido causado por un caramelo. Un gesto que el público respaldó con un aplauso.

En definitiva, una velada que dejó un buen recuerdo entre el público, que supo valorar el enorme esfuerzo que esconde esta obra con una ovación.

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